Nada
se puede hacer contra la revolución verde.
¿O sí? Muchas de las comunidades originarias han dado ejemplo en contrario,
pero son pautas marginales.
En México, unas cuatro mil especies de maíz nativo
han desaparecido toda vez que la universalización de especies resistentes al
roundup ® combinadas con el uso de glifosato han hecho desaparecer variedades nativas,
adaptadas desde siglos atrás a cada zona. Eso ha impuesto el NAFTA.
Los
más viejos recordamos la venta minorista de maíces blancos: hoy en día prácticamente
comemos sólo maíz amarillo, perteneciente a una de esas variedades resistentes
al roundup, variedad que en ese pasado estaba reservado al uso animal (gallinas,
etc.). Pero hoy los pollos consumen alimento balanceado porque alcanzan peso de
mercado con mayor rapidez. No es que nosotros cambiamos las costumbres.
Es
lo que hay.
Todo
es un paquete: el glifosato aparece en el mercado junto con la variedad de maíz
amarillo resistente, mercado cautivo de Monsanto. Antes de esta revolución
verde se apelaba a otros remedios. Mas caseros si se quiere, pero no menos
eficaces.
Fue
cuando recordé el asunto de “los sapos de Su Majestad”.
En
los lejanos años de la segunda guerra mundial, toda la producción local de insecticidas formaba parte de las
mochilas de los soldados expedicionarios que luchaban en los frentes europeos
de la contienda, prioridad absoluta. ¿Y como combatían los insectos dañinos al medio ambiente y a la salud humana (moscas,
mosquitos, langosta, etc.) quienes quedaban en retaguardia? De varias maneras.
Una
eran las barreras levantadas al costado de los campos para impedir que la plaga
de la langosta en su etapa de insecto saltador invadiera los campos devastando todo
a su paso. Estas barreras metálicas, de un metro de altura mas o menos, fueron
una innovación ante los insecticidas que se usaban universalmente desde tiempos
inmemoriales frente a la mencionada (en la propia Biblia) Séptima Plaga que
invadió Egipto produciendo una gran mortandad humana, ya que devoraban todo el
alimento existente con gran rapidez.
Los
mosquitos no cuentan con el status de plaga bíblica pero una de sus variedades
al parecer ahora trasmite el dengue y otras enfermedades parecidas.
Ahora
contamos con la revolución verde y el glifosato que –está comprobado- produce
daños múltiples a la salud humana.
Las
barreras anti-langosta son ineficaces ante mosquitos y moscas. Sin embargo, nada
más eficaz que el sapo, provisto de una capacidad especial para devorar
insectos. Durante la segunda guerra, cuando los británicos tomaron nota de esta
capacidad, declararon a los sapos protegidos
especiales de Su Majestad. Prohibido matarlos o perseguirlos. A estos
anúridos se los encuentra en cualquier parte del mundo, excepto en las regiones
árticas y en las zonas desérticas más áridas y se alimentan generalmente de
insectos. Una de sus especies (entre las casi 500 existentes) tiene glándulas
venenosas. El escuerzo.
Los
ingleses, siempre prácticos, combatían a los insectos mediante sapos que
reemplazaban eficazmente a los insecticidas. Por eso eran protegidos especiales
de la Corona
Otras
especies animales tenían usos similares. Por la reducción de la guarnición
militar en el palacio de Buckingham, una bandada de gansos lo rodeaba y rodea,
graznando como atentos vigilantes y eventualmente atacando a todo intruso que
se acerque a la residencia particular de la Reina.
Y
ahí viene la hipótesis: el glifosato y
la siembra directa eliminan a los sapos, y por lo tanto, el mosquito va y viene
a sus anchas sin peligro.
Por
lo tanto, el verdadero enemigo de la salud humana es el glifosato (ver http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Salud/Toxicologia_del_Glifosato_Riesgos_para_la_salud_humana) invisible por una maraña de complicidades, intereses y
ocultamientos, aunque según los manuales en uso, sólo elimina hierbas. También extermina
sapos que diezmaban al mosquito aedes aegipti.