El
monetarismo puede ser mortífero para la nacionalidad. Como ahora.
En
1816, Manuel Belgrano, creador de la bandera argentina, celebró haberse librado
del yugo monárquico español.
Doscientos
años después, Mauricio se postró ante el rey muleto Juan Carlos de España,
llamándolo querido. Quizás exagero,
pero intento calibrar si alguna vez soñó algo semejante. Lo citó especialmente en
su discurso, como distinguiéndolo del resto de los magnos asistentes presentes,
lo que puede dar pie a otras
tantas versiones: por ejemplo que una empresa
española construirá un metrobus a lo largo y a lo ancho de sus viejos dominios con
beneficios fiscales que ayuden a reducir lo que Mauri considera el trato
injusto que se dispensó a Repsol, cuyos directivos, por otra parte están presos
allá en el reino hispánico.
Prat
Gay se había adelantado pidiendo disculpas por la estatización de YPF.
Basta
con mirarle atentamente la cara (a Mauri) como diciendo “¿viste papá dónde llegué?”. De todos modos, sus palabras escuetas
propias de Billiken o Patoruzú no logran superar ese habitual tono incoloro,
incoloro e insípido que aprendió a duras penas en la UCA. Po.
Para
valorar mejor esta situación, también recibió el aplauso de Menem. Todo cierra ¿no?
Es que la democracia electoral es así.
El
verdadero milagro sería que la vicepresidenta intentara imitarlo postrándose ante
su majestad porque el vasallaje algunos
lo llevan en el cerebro y la sangre, que es como se decía antes de descubrir el
ADN...pero las limitaciones físicas la pueden.
El maturrango está salpicado por la corrupción, y Macri pronto lo estará.
¿No
es suficiente la pintura de época?